Un auténtico levantador de pesas no solo tiene la capacidad física de levantar cientos de kilos sobre sus hombros, sino –sobre todo– la capacidad emocional para levantarse a sí mismo de la cama y el suelo. Es decir, de saber encontrar la motivación para levantarse todos los días y de recuperarse tras las derrotas. Eso para el Para deportista de talla baja, Diego Quispe (19) ha sido un método de vida.
“Cuando, a los 17 años, regresé de los Panamericanos Junior de Brasil sin ganar nada, quise dejar el Para powerlifting. Sentía que había viajado por gusto y tenía miedo de cómo me iba a ver la gente”, recuerda.
Finalmente, decidió hacerle caso a su mamá: “Yo sé que tú eres un gran deportista y no te preocupes si la gente dice algo, más bien tú critícate en lo que estás haciendo mal antes que el resto. Esa es la única crítica que realmente vale”, le dijo ella.
Medalla de oro
Dos años después, consiguió una medalla de oro en el Circuito Loterías Caixas, organizado por el Comité Paralímpico Brasileño. Una mañana, tras haber regresado al Perú de Brasil, despertó y se dio cuenta de que tenía los brazos estirados, rígidos, como si tuviera 90 kilos encima. “Había estado soñando que cargaba pesas y fue hermoso darme cuenta de que –contrario a lo que sucede normalmente– la realidad superaba mis sueños: ya tenía una medalla de oro. Pero despertar así me motivó a seguir mejorando”, cuenta Diego.
Hoy por hoy, su meta sigue siendo la misma: superarse. Su récord: 102 kilos. Su reto: 102. Aunque para Diego récord y reto son, estrictamente, sinónimos. “Cuando iba al colegio decía: pucha por qué me pondrán siempre adelante… No me daba cuenta de nada”, recuerda.
Su mamá fue quien le reveló que él era una persona de talla baja con acondroplasia. “Fue valiente mi mamá, creo que me lo quería decir antes, pero yo no iba a entender”, dice Diego.
Oportunidad para celebrar la igualdad
En este sentido, este lunes 3 de diciembre, Día Internacional de las Personas con Discapacidad, es una oportunidad para que lo digamos todos, para no callarlo ni invisibilizarlo. “Este día debió existir desde siempre…”, opina Diego. “Creo que es una oportunidad para celebrar la igualdad. Es nuestra fiesta. Hay que celebrarlo y que nos dé alegría”.
Diego fue a un colegio convencional. Hacía fútbol con mis compañeros. Pero, poco a poco, gracias a su inserción en el deporte, la palabra “normal” comenzó a dejar de tener mucho sentido. Su propia condición le abrió los ojos respecto a las demás personas con discapacidad.
“La primera vez que fui a competir a un Parapanamericano Junior, yo ingenuamente pensé que todos iban a ser de talla baja”, explica. “Nunca pensé ver a deportistas con miembros amputados, ciegos o en silla de ruedas. Cuando llegué al hospedaje, hubo un buffet para los Para deportistas y me sorprendí demasiado. Nunca había visto tantos tipos de discapacidades”.
Pero, incluso antes, la primera vez que Diego había visto a una persona de talla baja, había sido una experiencia inquietante. “Por más raro que suene, recuerdo que él se avergonzó de verme. Yo sentí que él pensaba que era la única persona de talla baja en el mundo”, cuenta. “He visto a gente así, que no sale de su casa porque tiene miedo de que lo critiquen o le digan algo que lo haga sentir mal, palomilladas. Nosotros, a través del deporte, estamos venciendo esas barreras”.
Y es ese, precisamente, el efecto que tendrán los Parapanamericanos sobre los peruanos. “Todo va a ser inclusión, va a haber igualdad y respeto. Todo va a estar adaptado para las personas con discapacidad. Hace poco fui a la Villa de Atletas y me pareció extraordinaria. Los baños, las luces, todo está adaptado…Ya quisiera quedarme a dormir ahí nomás”, bromea Diego.
Motor y familia
Por ahora, vive con su familia (sus papás, sus abuelos y su hermano) en Santa Anita. Y cosa curiosa: todos los miembros de su familia son zurdos. Aunque son ellos los que lo ayudan a mantener el equilibrio en su vida. Emocional y hasta nutricionalmente hablando: “Si no llevas fruta, no eres deportista”, le dice su abuela, quien le cocina todos los días. Diego es sociable, reilón y hablador. De niño era un poco hiperactivo. “Me gustaba correr y correr, mi mamá me perseguía por todos lados”.
Y sería ella la que predeciría que, en el futuro, esas correrías lo llevarían a lugares mucho más lejanos: “Un día mi mamá me miró y me dijo: Diego, tú vas a viajar alrededor del mundo.” Dicho y hecho. Hasta la fecha, Diego ha viajado a Francia, Brasil, Colombia, y ya conoce 6 provincias del Perú. “Todo gracias al deporte”, dice.
Sin embargo, Lima 2019 representa un pasaje a un viaje emocional, distinto. “Será la primera oportunidad que mi familia tendrá de verme en un campeonato así, de alta competencia. Siempre han sido fuera y siempre he viajado solo. Siento demasiada alegría, ya quiero que vengan esos Parapanamericanos.”
Aunque no es la primera vez que su familia lo verá desempeñarse como deportista. Antes ya había participado –junto a su hermano Raúl– en campeonatos de fútbol distritales y escolares. Raúl no tiene acondroplasia, pero los dos padecen la misma pasión: el deporte. Además de ser chef, su hermano estudia educación física. “Él a veces me dice: el que tú hagas deporte me da esperanza a mí para poder lograrlo si sigo entrenando”.
Y es que Diego le serviría de inspiración a cualquiera… es uno de los pocos deportistas que pertenece a dos selecciones al mismo tiempo, la de Para powerlifting y la de futbol de talla baja.
Pisando fuerte
En realidad, un deporte lo llevó al otro. Cuando, un día, se encontraba jugando fútbol en el Estadio Nacional, fue convocado a una reunión con la presidenta de la Asociación
Nacional Paralímpica. “Como nadie hacía pesas en talla baja, me dijeron a mí para comenzar a entrenar. Yo hacía barras en el gimnasio. Entonces acepté”.
Desde entonces, el Para powerlifting y el fútbol son parte indivisible de su vida.
Pasaría su último año de colegio desplazándose incontables veces desde su barrio a la VIDENA. Sorteando todas las barreras que se encontraba en el camino, como lo hacía en el fútbol. “En la cancha nadie me marca a mí, yo soy el que da pases para el gol, soy un creador de jugadas”, afirma Diego con brillo y orgullo. “Desde niño, el fútbol es mi pasión, pero ahorita los dos –el fútbol y el Para powerlifting– están ahí, a la par”.
Pero no todo se trata de músculos. Además de creador de jugadas, Diego es un creador de imágenes, formas, colores: “Me gusta mucho dibujar. Una vez me dibujé a mí mismo en un campo de fútbol, en el estadio de la U, con la imagen de Lolo Fernández”. En el futuro, le gustaría poder estudiar diseño gráfico o ciencias del deporte adaptado.
Por ahora, en lo inmediato, se vienen fechas festivas; en unos días, pasará su cumpleaños número 20 en Colombia, representando al Perú en plena Copa América de Para powerlifting, donde, esperamos, pueda nacer un nuevo triunfo que se le parezca a él: todo un triunfo en sí mismo.